domingo, 24 de mayo de 2020

ROCA NEGRA, EL NUEVO LIBRO DE OMAR ALARCÓN



Gracias al espacio Escándalo en tu Barca, que organiza nuestra amiga, amigaza, amiguísima, Adriana Lanza, tengo la oportunidad de volver a publicar reseñas de libros y otros comentarios. Sobre todo, después de que el Blog de Perro Petardos fuera censurado por Facebook.
En esta primera oportunidad le voy a dedicar unas líneas al reciente libro de Omar Alarcón. Poeta de Sucre. Es un poemario que goza de ciertos lujos como las ilustraciones de Máximo Pacheco Balanza y el trabajo editorial de René Silva Catalán.
Roca negra es un canto de relación humilde con la muerte a partir del ser humano como una cavidad de recepción permanente. El ser humano se revela como un ser “Irrecíproco”, incapaz de dar y de contener al mundo.
Roca Negra es una fórmula de inmortalidad, dentro de la concepción de que la omnipresencia de la muerte nos abstrae de nuestra presencia en la vida, nuestro estado de “vivos”. Por tanto, el ritmo temático del libro nos va a ir recordando permanentemente ese “estar vivo”, a través de las sensaciones, de la realidad en su más bondadosa dadiva, las flores, el viento, las aves; y hablándonos casi en murmuraciones, para que la muerte no se dé cuenta de que oímos al poeta.
Otro ingrediente de ese ritmo temático es la sensación de vacío permanente, desde el primero al último poema. La identificación constante con la vasija y con el absurdo. La disfuncionalidad del ser, su vacuidad. El “ser” que forma parte del todo, pero no puede disfrutarlo, el cosmos sólo deja un espectro, una prueba gratis y luego niega toda su extensión.
En el juego del todo y la parte, el poeta se autodefine como la piedra negra de la costa, que recibe a las olas del mar. El Mar equivale al todo, y el poeta es solo una orilla que recibe, de ese todo, una gran fuerza. Hace nuevamente el ejercicio de contención y es, a su vez, una parte de la vasija que no alcanza a contener la inmensidad. Así como la balsa hace juego de ironía. La balsa que estando vacía es capaz de flotar en el basto mar. Este es uno de los paisajes del libro.
El otro paisaje es el desierto, la búsqueda. Perdido en el infinito, no hay ningún camino. El poeta no lo encuentra. La única riqueza posible está en la vida y su fragmentaria alegría de colores y sentidos. Son poemas que provocan ternura y calamidad. 
Roca Negra es también una concordancia con la obra Fílmica de Omar Alarcón. El Mar Negro y la Roca Negra. Una roca que recibe la fuerza del Mar. Además, es la fragmentación, una parte del propio O-mar. La “O” con todo su vacío interior, y el mar, con toda su plenitud.

SERGIO GARECA
ORURO, MAYO 2020




domingo, 15 de marzo de 2020

CRÓNICAS DE LATINALE 2019







En Bolivia estrenábamos un muerto cada día. Yo quería y tenía que llegar a como dé lugar a Berlín, y las ciudades bolivianas estaban cercadas. Yo tendría que aventurarme a romper la barrera del precio del pollo, el precio del pan, el alza general de precios que se disparaba y me impedía recoger mi pasaporte de la embajada.

Al final, Evo renunció y eso me permitió dos cosas: la primera llegar a La Paz a recoger el documento y, la segunda, tener un tema de conversación durante todo el viaje.

Me despido de mi padre en el aeropuerto de El Alto y veo desde las nubes el nevado Illampu, duermo en Viru Viru, hasta que llega una delegación de niñas campeonas de gimnasia artística y me despierta a gritos, me subo otra vez al avión, veo la incendiada Chiquitania, llego a Sao Paulo, me quedan más horas de aeropuerto. Descendemos en Amsterdam, me piden los documentos y me hablan en castellano puro y sencillo. Digo que voy a un festival de poesía. No sé por qué el agente se alegra por mí y amablemente me indica el gate. Algo le está pasando al mundo o ¿por qué todos están tan buenos tipos conmigo?

En Berlín me espera Betty, gran amiga, integrante del equipo Latinale. Conocemos al fin el Hostal cerca de Alexander Platz. Luego tenemos un pequeño ágape antes de la lectura de Vigo Mortensen. Converso con los camaradas Fadir Delgado y Carlos Villalobos. Desde ese instante me preocupa la constancia del vino.

La poesía de Vigo me pareció franca, coloquial y sensible, con un dejo a Gelman. Me parece que Vigo es una puerta maravillosa para la Poesía, su reputación como actor hace que la poesía se vea nuevamente viva para el público en general, y gracias a que él es constante con esa vocación poética, mucha gente puede empezar a educar su sensibilidad. Creo que es una buena nota para todos quienes le debemos a la poesía nuestra razón de ser.

Palabras más o palabras menos, estamos afuera del bar fumando un cigarrito con mi apreciado amigo y compañero de correrías en Berlín, Alejandro Albarrán, de México y Ballesta Nueve, nuestro fotógrafo. Hablamos de los aymaras y el lenguaje trinario, la eterna probabilidad del quizás.

Terminamos nuestra noche, entre guitarra, quena y hip hop, con Erick Bautista conociendo a Daniel Morris, un sudafricano hospedado en nuestro hotel. Nuevamente, mi poco sueño y nuestro poco silencio nos hicieron alguna fama, no tan buena para los demás huéspedes.

Al día siguiente, nos encaminamos con Ballesta y Mayra Santos al Centro Internacional de Poesía de Berlín. Un Fabuloso lugar donde se registra audio de muchos poetas del mundo. Es increíble. También la biblioteca. Al salir nos enfrentamos a una de las ferias navideñas de artesanías y golosinas. Todo muy pintoresco.

Por la noche, ya en el centro hispanoamericano, tocó escuchar la poesía erótica de Fátima Vélez,  la cotidianidad, la animalidad, la perturbadora paz del constante pensamiento instintivo. A su vez Mayra Santos Febres, con una voz clara y resonante. Otra musicalidad, otra atención alrededor. Poesía redentiva. Otra explicación del cuerpo, la recuperación de uno mismo desde la palabra.

Al día siguiente nos toca leer a nosotros. Para eso, ya estaba en Alemania Elvira Hernandez. Abre la noche con la Bandera de Chile, y a mí de oírla ya me entró miedo. ¡Ella desayuna albatros!, y yo detecto un increíble arsenal de claridad. Fadir Delgado, escribe más con cuchillos que con palabras, cada hoja de sus poemas está tajeada. Alejandro Albarrán, está vestido de humano, pero es más un pájaro. Ronda las ideas, las acosa, no sé si aterriza, pero hay un paisaje de conceptos sitiados, asediados, acosados, acechados. Christian Formoso, trae un paisaje lejano, desde Punta Arenas, una poesía de sonoridad intuitiva, metralizada, con sobriedad y mesura.

Otro día posterior alcanzamos a ver mi película. Es algo que debo agradecer pues todo el equipo de producción en Bolivia, está contento de poder exhibirla en Berlín. Igual es siempre un poco incomodo hablar de uno mismo. Por tanto el resultado de mis lecturas y de la película es un chisme que ávidamente espero de otras bocas.

Al día siguiente partimos para Osnabruck. El gran gusano metálico sobre los rieles, me dio el paisaje que yo ansiaba. El encanto de la ruralidad, además de un destino tan agradable como Osnabruck, ya me daban el alivio de tener algo de familiaridad. Yo vengo de una ciudad pequeña, y siento siempre mucha mayor afinidad con un movimiento distinto. Las ciudades grandes están bastante apresuradas.
Al subirnos al bus, nos topamos con una señorita de Colombia que había sido escogida para pasar el taller de escritura creativa con nosotros. Ya detectábamos que el interés estaba en el aire. Varios otros jóvenes se dieron cita además para poder hablar de las fronteras y también de poesía.

Como yo vengo de un país semi ciborg, me es complicado poder dar la nota con esto de las fronteras. En Oruro se hablan cuatro lenguas. En Bolivia, treinta y seis. Mi ciudad se fundó con los españoles y, a principios de siglo XX, era un caldo de quechuas, turcos, judíos, yugoslavos, árabes y alemanes. Todos migrantes atraídos por la minería. Hay puentes entre todos los seres de este planeta. En este momento mi hija estudia en el Colegio Alemán, mientras esos muchachos del taller aprenden español en Alemania. No sé si alguno de ellos habría tocado un trozo familiar de mi tierra en su propia poesía, pero también hemos aprovechado para hablar sobre realidades. 

Lo que más me ha llamado la atención de esa experiencia es que los estudiantes con los que me tocaba trabajar son bastante desindividualizados. Contrario a la idea que tenemos por aquí de los europeos. La mayoría de ellos comenzó a escribir a partir del otro y no del uno mismo. Al tiempo he notado en ellos, una relación sobre el mundo palpable y directa y con muy poca abstracción. Una vez hicieron un experimento en el altiplano boliviano, y encontraron que los niños bolivianos también tienen esa misma relación concreta con el mundo. ¿Casualidades? No podemos saberlo.

Por la noche tuvimos la última lectura y allí tuve la oportunidad de escuchar a Carlos Villalobos. Carlos es una persona muy culta, con un filtro analítico natural de la realidad. Su poesía rítmica, de llana y franca referencia.  Al tiempo pude degustar de los poemas combativos de Erick Bautista. Un hermano colombiano con demasiada batalla en la sangre, es algo así como un funambulista en la cuerda floja de la historia de la última mitad del siglo XX.

Al regreso, muchos abrazos, los maravillosos amigos de Osnabruck, Rolando y Zoe Sánchez. Y otros abrazos que se alargan, los de Timo, Rike, Romy, Elsye, Odile, Alina, Alejandra, mi compatriota Martha, cómplice en Berlín.

De un tiempo a esta parte, después de que la poesía y el arte me han permitido conocer a tanta gente talentosa y maravillosa, pienso en cada encuentro y festival ya no como un hasta pronto o un enamoramiento. Quizá más como un amorío. Amores, o en su caso amistades, que duran lo que tienen que durar. Bellas estampas que están sembradas siempre en el corazón profundo. Donde los misterios de cada quien hacen su labor. Ahora estoy aquí en Oruro, con pedacitos de Berlín, Osnabruck, Sud África, Puerto Rico, Costa Rica, México, Colombia, Ecuador, Dinamarca, Chile. En este país que ya tiene paz y este suelo sobre el cual sólo debiera derramarse cerveza y nunca sangre, bailo con todos ustedes en mi fiesta eterna, como en el areopuerto de París y así como en Oruro, toda la vida.

SERGIO GARECA
ORURO, ENERO 2020